Se ha ido, no me pesa.
En el paladar, Kundera.
Calcinantes pasos. He aprendido que el paso del tiempo no tiene la última palabra. Abandonamos nuestras vidas a los hábitos y rutinas más que al tiempo. ¡Para que responsabilizarlo de acciones que nos corresponden como humanos! No ha sido el tiempo el maestro que ha resuelto mis preguntas; no ha sido el destino el que me ha mostrado mi camino, para nada manifiesto o latente. No me he batido a duelos contrareloj. No. Es el tiempo, en el adagio popular que reza: "dele tiempo al tiempo" la represenación de la experiencia y la sabiduría. La experiencia y la observación reflexiva se abrazan. Los ajados pies y el ojo perspicaz son la combinación favorable para una vida menos cruenta. No imagino la sensación de caminar sin dolor, sin tropezos o dudas. Insisto, son las inquietudes en el camino recorrido las sensaciones valiosas para aprender a vivir. La confianza avanza en la medida en que logramos decidir por nosotros mismos, haciendo caso a nuestras reflexiones (resultado último de nuestro recorrido personal) y evaluàndo el resultado de esas decisiones, equivocándonos.