Bésale el
alma, bésale las manos.
Nunca
entendí los caprichos de su voz cuando, titubeante recordaba las injurias de un
viejo famoso entre poetas. Su voz, me contaba la historia entre la niebla, las
mentiras de las utopías aprovechadas por otros para enmudecer el espíritu y por
supuesto, sacar algunos dividendos a nombre del arte.
Yo admiraba
a los hombres equivocados y sin saber a su tutor mendaz también. En su época
era una cofradía inspirada en el no futuro y la desesperanza, eso quiere decir
no inspirada, sólo viviente y fugaz. El no futuro se les atravesó en la
garganta y poco a poco declinaron unos en las calles de la capital gris e
incierta. Ahora entiendo tu dolor, ahora entiendo tu rabia. Hubiera sentido lo
mismo si no hubieras sido tú sino tu tutor quien hubiera acogido mis escritos,
mis ganas, mis dudas vitales y mi vida. Ahora que veo la magnitud que se cocía
entre espejos rotos entiendo y comparto tu dolor con la promesa de guardarte y
recordarte en lo más profundo del alma.