Manifiesto
dada:
Declaro
ante las autoridades a las que no creo, ante las leyes que no me competen ni
que me importan que no me interesa su correcta postura, ni su etiqueta, mucho
menos sus propuestas, todas ellas tan bien elaboradas, tan correctas, tan
incautas, ¡sólo me mofo de sus detalles de fina coquetería mientras ustedes se
pierden del mundo crudo, real y manifiesto!
Declaro que
prefiero que se me condene por mi viveza, mi entrepidéz y mi voz disonante pero
altiva, ¡nunca se silenciará la voz de los innombrables, de los fantasmas, de
los refugiados en la mierda que aguardan tras la sombra para ir tras su presa,
cautelosamente!
Se me
condenará seguramente por mis preguntas inconformes y mis declaraciones
unísonas de conjuntos disparejos. Se condenará la justeza de las palabras
precisas y prestas para declamar poemas errantes, poemas salvajes.
¡Qué se le
condene! ¡A la hoguera la palabra hecha poesía! ¡qué se condenen a las mujeres
y hombres soñadores del nadaimo, de dada y de la espiral vital fractal, a la
hoguera! ¡que se me condene, entonces! siempre preferiré una condena a la
muerte terrena, a la vida hecha ausencia, olvido y sensatez.